Cada poco tiempo se publica un titular en los medios: "Descubierto el gen de la migraña".

Comienzas a leer ávidamente la publicación y las palabras "probabilidad", "podría determinar" y "es un factor", se repiten.

Vamos que no se ha encontrado nada que determine al cien por cien que un padre o madre con migraña tendrá un hijo con migraña.

La herencia de la migraña es una hipótesis, es decir, que aún no se han identificado claramente los genes ni cómo actúan (a excepción de la migraña hemipléjica familiar, un tipo muy muy muy poco común).

Pero claro ya te escucho decir: "Séfora pero mi [insertar aquí tu familiar], también tiene migraña como yo".

Y es que la clave de todo esto no está en los genes. Está en el aprendizaje.

¿Por qué somos como somos?

Un gen es una unidad de información que permite transmitir la herencia. Un trozo de ADN que determina que tengas los mismos ojos azules de tu abuela y el mal carácter de tu padre.

Pero, ¿hasta qué punto los genes son responsables de ser como tú eres ahora?

Se dice que el 50% de lo que somos se debe a la herencia de estos genes y el otro 50% se debe al ambiente, a lo aprendido.

Pero analicemos este 50% ambiental. ¿Con quién has pasado más tiempo los primeros 15 años de tu vida? Pues con tu familia o con tus amigos más cercanos que, curiosamente, encajan con tu manera de ver y de vivir la vida según tu patrón familiar. Así, el margen de la herencia ambiental se reduce muchísimo.

De esta manera queda muy poco de tu individualidad no condicionada por el círculo más íntimo.

Los religiosos tibetanos suelen llevarse al Dalai Lama de su casa cuando lo identifican siendo aún niños muy pequeños. Con esta tradición se pretende el desarrollo máximo de este líder espiritual separándolo de su familia.

Con esto no quiero decir que te deberían haber separado de tu familia al nacer, sino que intentes experimentar al máximo tu potencial emocional. Para conseguirlo viaja, oye opiniones diferentes a las tuyas, cuestiona y experimentar situaciones novedosas fuera de tu zona de confort.

De esta manera tu cerebro debe enfrentarse a gestionar diferentes y novedosas emociones de formas también diferentes y novedosas y no solo siguiendo tu patrón familiar y ese “carácter migrañoso”.

Porque, como ya sabes, la migraña no se hereda, lo que se hereda es ese carácter que te predispone a sufrir migrañas. Tienes más números de lotería que otras personas, para que te toque el premio, el dolor de cabeza.Te interesará también:  Cumple Blog 2019

Miedo en mi embarazo

Pese a tener todos estos conocimientos acerca de la herencia y hacer años que había superado mis migrañas, lo primero que pasó como un rayo por mi mente al ver el resultado positivo del test de embarazo fue: “¡Ay dios mío, que mi hijo no tenga migraña!”.

Cuando uno ha experimentado un dolor tan intenso que te provoca ganas de dejar de vivir, no quieres que nadie más lo experimente, y menos un hijo tuyo...

Inmediatamente recapacité y recordé que eso iba a ser totalmente imposible. Llevaba ya 5 años sin migraña (ahora llevo 11).

Yo había superado totalmente mis horribles dolores de cabeza y no pensaba enseñar a mi hijo a reaccionar con dolor a los retos que se iba a ir encontrando en su vida.

Ya no soy la de antes.

Ya no me estreso si tengo una desavenencia con alguien, ya no le doy un millón de vueltas a ideas sin sentido, ya no como comida basura todo el día, ni le temo a los cambios de presión de las tormentas.

Así que no iba a enseñarle a mi hijo los comportamientos, las reacciones y los pensamientos que hacen que aparezcan las migrañas, de manera inconsciente y casi incontrolable.

Hace un año mi hijo comenzó a manifestar lo que se conoce como: \"migraña abdominal\". Un conjunto de síntomas que suele anticipar la migraña de adulto.

Empecé a oír con mucha frecuencia: "mami me duele la tripa no quiero ir de excursión", "estoy mareado", "no quiero ir a ese sitio nuevo"...

Se me encendieron todas las alarmas.

Comencé a enseñarle todas las herramientas que enseño actualmente a mis clientes con migraña. Previsualización, exposción progresiva o relajación, entre otras.

Así que le comencé a enseñar a superar sus miedos, a no enfadarse si perdía su coche favorito de lego, a disfrutar de la naturaleza y a cuidar su cuerpo y su mente como el tesoro más valioso que tiene para vivir sin dolor.

Hace ya meses que ni rastro de dolores de cabeza o estómago.

Estoy segura que si yo padeciese migraña, mi hijo también la sufriría, pero no porque lo dictasen los genes de la herencia de la migraña, sino porque se lo dictarían mis enseñanzas inconscientes.

Nos vemos más abajo, en los comentarios. ¿Tienes hijos?¿Tienen migraña? Si no los tienes, ¿has tenido miedo de transmtírsela?

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