Cuando tienes migraña te sientes culpable.

Te sientes culpable por tomar medicamentos.

Te sientes culpable por estropear los planes familiares.

Te sientes culpable por un millón de acciones que día a día desgastan tu energía.

Esta culpabilidad se genera cuando incumples una norma que tú mismo te has impuesto y te provoca malestar.

Te sucede cuando cruzas la línea imaginaria que tú has dibujado. La línea de lo que tu consideras saludable y de hacer siempre felices a los que te rodean según tu criterio.

O blanco o negro

Pero tu criterio, como ya sabes, suele tener tan solo dos colores. O blanco o negro. O las cosas están bien o están mal.

Este pensamiento es una característica tuya y supone una forma de pensar muy estricta y crítica. Sueles decir: “yo soy así, o blanco o negro. O me quieres o me odias. Y si no te gusta te aguantas. Yo no voy a cambiar por nadie. Cambia tú.”

Yo misma he dicho esta frase un millón de veces y con el paso del tiempo he visto que no tenía sentido y me generaba inmovilidad mental.

El peso de la culpabilidad

Nosotros mismos nos ponemos unas normas estrictas y nos esforzamos en cumplir éstas normas autoimpuestas: mi casa ha de estar perfecta para la visita de mis amigas, no puedo dejar de asistir a un evento familiar importante por una migraña, no puedo fallar en el trabajo…

Esto nos lleva a desgastarnos muchísimo y hacemos lo que no queremos hacer y a estamos donde no queremos estar, pero lo hacemos porque hemos tenido la mala suerte de tener migraña.

Así que pasamos muchas horas como un zombi.

Cuerpo presente, mente apagada.

Esto genera más dolor. Un dolor emocional que se añade al intenso dolor que ya sufrimos con las migrañas.

Yo eliminé ese dolor emocional. Es como quitarse un gran peso de los hombros.

Literalmente.

Creo que mi tensión muscular disminuyó física y realmente cuando me quité las toneladas de culpabilidad.

Voy a hablarte ahora de los motivos más importantes que me desencadenaban mi culpabilidad y como resolverlos: la medicación y estropear los planes familiares.

Medicación

Todos mis días de migraña me torturaba a mí misma con la misma pregunta: ¿Me tomo la pastilla o no me la tomo?

La toma de analgésicos me despertaba mucha ansiedad. Mi estómago se estaba resintiendo por ello.

Pero como ya sabrás muchas veces necesitas tomarte algo para poder seguir con tu vida y poder soportar el intensísimo dolor.

Así que sucedían diferentes cosas que me provocaban los mismos pensamientos:

Si me tomaba la pastilla había dos consecuencias:

- Me quitaba el dolor: Me sentía culpable. ¡He sido débil y cobarde! Debí haber aguantado y quizás se me hubiese pasado solo (¿eso te ha sucedido alguna vez sin hacer absolutamente nada? no).

- No me quitaba el dolor: Me sentía culpable. Era una débil. Me he tomado otra pastilla y no ha servido para nada. ¿Me haré adicta?

Si no me tomaba la pastilla:

- Rabiaba de dolor y todo el rato me preguntaba, ¿me la tomo o no me la tomo? En un bucle infinito de culpabilidad que podía durar horas y que me daba más dolor de cabeza aún.

Resumiendo: hiciese lo que hiciese me sentía culpable.

La solución a la culpabilidad asociada a la medicación

Un día decidí coger un reloj o un cronómetro.

Y contaba un minuto de tiempo.

Y en esos 60 segundos decidía, sí o sí, si me tomaría la pastilla o no.

Y lo más importante venía a continuación: me la tomase o no, me hiciera efecto o no me hiciera efecto no me sentiría culpable.

Pasaría la hoja.

Capítulo cerrado.

Yo no podía adivinar el futuro y saber si el analgésico me aliviaría o esa sería la pastilla que agujerearía mi estómago irreversiblemente.

Finito.

Y uno de mis dolores, el emocional, despareció.

Cuando tienes migraña no puedes ponerte a hacer un análisis de porque ha sucedido, que sientes y como lo puedes resolver. El autoanálisis y la crítica déjala para cuando no tengas dolor. Pero cuando tengas dolor decide rápido y asume tus decisiones más rápido aún.

Verás que bien te sienta.

Es difícil de explicar sino lo experimentas. Tuve un grandísimo alivio que me aportó una gran paz mental.

Cancelar los planes con amigos y/o familiares

Hoy tienes una estupenda barbacoa al aire libre con toda tu familia y hasta tu abuela, que está mal de los huesos y va a asistir.

Pero la migraña aparece y tienes que hacer la llamada de la culpabilidad: “Mama no puedo ir, tengo migraña” Chan, chan, de fondo una música triste y toda la película de tu vida pasa a verse en un apagado blanco y negro.

¿Por qué tienes migraña justo el día que no debes tenerla?

Es como si tu migraña fuera un ser independiente y dotado de una inteligencia superior, que siempre aparece para fastidiar todos tus mejores planes. Justo ese día, no el de antes ni el de después.

El día de tu comunión, el día de la Selectividad, el día de tu cumpleaños, en la fiesta sorpresa de tu novio o el día de la barbacoa familiar. Siempre hace diana.

Y te sientes culpable. Muy culpable:

-Si vas al evento: te sientes culpable. No estás al cien por cien. No puedes colaborar y ayudar en las actividades y te mueres de dolor. Quizás deberías haberte quedado en casa.

-Si no vas al evento: siempre te pasa lo mismo. Te pierdes lo mejor. Y tu pareja tampoco ha asistido arruinándole todo el día.

-Si te vas en mitad del evento: deberías haber sido más fuerte y aguantar hasta el final. Mismo resultado otra vez hagas lo que hagas: culpable.

La solución a la culpabilidad asociada a eventos

Para superar esta culpabilidad lo que hice fue intercambiar mentalmente la situación.

Si el día de tu superbarbacoa familiar tu pareja habría enfermado gravemente y no pudieseis asistir. ¿Te enfadarías con él?

Yo desde luego no.

Yo me desharía en cuidarlo y no le daría ninguna importancia.

O si pudiese apañárselas solo me iría a la barbacoa y le dejaría descansando. Sin más. Son cosas que pasan.

Pues eso mismo piensan tus allegados de ti.

Te han visto llorar con tu migraña. Han visto tu cara, tus ojeras, tus visitas a urgencias y como vomitas. No te odian, ni te culpan.

Así que, de un plumazo, cada vez que la culpabilidad asomaba la cabeza me imaginaba la situación inversa, que otros familiares tuvieran migraña. ¡Ni se me ocurriría enfadarme! Entonces la empatía y la comprensión empezaron a substituir la culpabilidad.

Seguro ahora tienes todos estos pensamientos rebotando en tu cabeza y te dices a ti mismo: “Es verdad, tiene razón, voy a empezar a cambiar estos pensamientos” Pero luego esto no sucede. Y a la mínima tu cerebro irá hacía el camino que lleva recorriendo años.

Para evitarlo relee el artículo, varias veces a la semana, en distintos momentos y piensa sobre ello. Analízate. Repítete: ¿Que me aporta sentirme tan culpable? ¿Algo bueno? No. No tardarás mucho en alejar la culpabilidad de tu vida y tendrás un dolor menos en tu vida.

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